Todo se volvió funcional





La televisión se alimenta de un sistema adictivo al que todos conocemos con el concepto de rating. El significado es bastante sencillo: es la medida del consumo televisivo o radial que indica cuál es el promedio de personas que miran determinado programa o canal, durante un tiempo equis. En definitiva: es la relación que existe entre la población y la cantidad de tiempo que se ve algo.


Desde el Centro de Información Ciudadana, dedicado a mejorar la calidad de información pública, se informa que la importancia del rating tiene dos miradas: la comercial, que es la que convencerá a quien tenga interés de publicitar en el medio; y por otro lado, la que se realiza desde los generadores de contenidos, con la finalidad de obtener la opinión de la audiencia respecto a los programas emitidos en determinado canal.


Hoy, programas a los que le interese la opinión de la audiencia para modificar los contenidos generados, no hay. Por lo tanto, no es muy difícil deducir que lo que cuenta es lo que deje ganancia. Invertir en aquel lugar en donde se pueda obtener un beneficio.


Actualmente, el rating pasó a medirse con lo que se llama comúnmente "minuto a minuto". Se prioriza o dedica cierto tiempo al tema que más audiencia genere. El objetivo es que el televidente se mantenga entretenido y no cambie de canal. En palabras más claras: la televisión se enfoca en lo que la gran masa quiere escuchar. Desde ahí, se genera y manipula la opinión pública.


Es difícil no contaminarse.


Los medios cambiaron. Modificaron su manera de llegar a la sociedad, pero ese cambio no implica una evolución, al contrario. Los productos son cada vez más mediocres. Carentes de contenido. Es cierto que las redes sociales influyeron en un gran porcentaje a que eso sea así, pero ese es otro tema. Los tiempos se agilizaron y todo tiene que responder a la instantaneidad. Es la clave del éxito.


Si no, afuera. Que pase otro.


Con este cambio también se vio afectado el rol periodístico. Los periodistas debieron adaptarse a un formato que es timoneado por el rating. Deben ser funcionales a eso, o si no, no sirven. Es simple.


La profesión periodística no en vano llegó a llamarse el "cuarto poder". Mucho tiempo se lo denominó así por la gran influencia que tienen los periodistas sobre la sociedad, porque son generadores de opinión. Son responsables de la comunicación. La libertad de expresión existe, aunque los grandes grupos hegemónicos bajen línea a sus comunicadores.


"El pensamiento que se desarrolla en la intimidad de la conciencia, es incoercible, no puede ser limitado", reza la Constitución Nacional. Aunque, cuando se hacen públicas las ideas, por el medio que sea (escrito, oral, visual); se deben respetar algunos límites, que son nada más ni nada menos, esos que surgen de las necesidades de convivencia. De la obligación establecida constitucionalmente para respetar los derechos del otro.


Sin embargo, en más de una oportunidad se puede observar a diferentes periodistas o referentes de la comunicación social, desplegando discursos que atropellan cualquier ítem que hable del correcto desarrollo de la labor periodística. Es decir, cuando se tocan temas sensibles para la sociedad, muchos profesionales se hacen del papel generador de rating. Se olvidan del rol esencial de la profesión periodística: realizar la tarea de manera profesional. Informar con la mayor precisión posible y de manera objetiva, manejando la información con responsabilidad.


Un periodista debe evitar toda apología de violencia u odio que genere división de la sociedad y resentimiento. Como también, mantener el mayor nivel profesional y ético; habiendo sido éste, elaborado para ser aceptado en el contexto de un sistema de auto-regulación. También es esencial el buen uso del idioma, sin exabruptos. El léxico debe ser rico y cultivado tanto como respetuoso. Todo culmina en algo: profesionalismo.


Años, siglos, costó evolucionar en los aspectos biológicos, culturales, políticos y económicos que hacen a la sociedad. Cada área evolucionó en lo suyo para lograr lo que tenemos hoy. Para mantener a través de Leyes, Convenciones, Pactos y Códigos el orden social que debe tener la atmósfera humana para sobrevivir día a día al caos que podría ser el libre accionar sin límite alguno.


La televisión tiene su rol. Coopera en la cuota permanente de influencia para generar "cierta" opinión, y funciona como disparador de bronca y pérdida de nitidez a la hora de opinar sobre un hecho, sobre todo en el ámbito policial.


En la actualidad, los medios utilizan a los buscadores como Google, las menciones en Twitter, Facebook y las búsquedas en Youtube, para armar la agenda de la TV. Lo que se expresa en las redes sociales es utilizado como parámetro para escoger los temas a tratar en la televisión. El poder lo tiene la audiencia, aunque probablemente no lo sepa. Y mientras eso ocurra, todo seguirá igual, y bien... para los medios. Los periodistas son quienes se paran frente a una cámara y presentan los hechos. Como formadores de opinión, tienen también un libreto que responde a la línea editorial que éste tenga. Responde al medio, que a su vez, responde a diversos intereses. Pero hay uno que es básico: tener audiencia. Por eso, se habla de lo que a la gente le importa, y se dice, en la mayoría de los casos, lo que quieren escuchar. Esa es la vara con la que se mide.


La recolección de información se realiza con la interacción de las personas en la web. Las redes sociales tienen un rol preponderante a la hora de tratar la información. Trabajan a la par de los medios. Si el tema da rating ("rinde") se le dedica tiempo. Por el contrario, si "no rinde", no se trata.


El rol periodístico está maltratado. La ética periodística expresa que un periodista nunca debe responder a algo con lo que no esté de acuerdo, pero la realidad se encuentra lejos eso que suena bien al oído. Hoy, si no te adaptás, si no sos funcional al medio, quedás afuera. Nadie dice que quedarse afuera es malo, pero tampoco dicen que sea bueno. Hoy, el periodismo es funcional a los intereses económicos. Qué contradictorio.

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